jueves, 22 de noviembre de 2012

De Éric Marváz, Luisita Araujo y Maya Lima, por Arturo Texcahua


De Éric Marváz, Luisita Araujo y Maya Lima.

Por Arturo Texcahua
A las 9 en el kiosco de Santa María, leí nuevamente el mensaje de Éric Marváz (así le gusta escribirlo, con acento en la “a”, aunque no se ajuste a ninguna regla ortográfica), y después vi por todos lados para encontrarlo. No estaba y eso no me pareció extraño, porque él y yo no somos muy puntuales en nuestras citas. Ya pasaban 20 minutos de la hora fijada y él no estaba. Yo había llegado tarde, lo sabía, pero estaba seguro de que andaba por ahí. Voy a esperar otros cinco minutos antes de llamarle por teléfono, pensé.
Mientras, veía a las personas que paseaban a sus perros, a unos chicos que parecían haberse escapado de una preparatoria y se habían acomodado en las escaleras del kiosco, a algunos corredores que deseaban arterias sanas, y, sobre todo, a un hombre que encabezaba un baile de salsa, un maestro –parecía--, con un aparato portátil con música a alto volumen, y tres mujeres de mediana edad que seguían, casi sincronizadas, cada uno de sus pasos. El ritmo de la música me contagió y puse atención a la letra de la canción que después me enteré que era de Álvaro Ricardo:
¿Por qué será que los amores prohibidos 
son más intensos que los permitidos?
Te llenan tanto aunque sea con un poquito
y uno se conforma hasta 
con el toque de las manos.
¿Por qué será, por qué será
que los amores prohibidos
nos vuelven locos más fácilmente?

Es cierto, condescendí con la melodía, lo prohibido atrae.

Debo confesarles que me gusta la salsa, pero la escucho poco. Y aún menos la bailo, digo como se debe. Cuando hay oportunidad, lo intento con algunos pasitos arrabaleros que me enseñó una amante que antes de hacer el amor me exigía, como un rito de estimulación erótica imprescindible, bailar cumbia, merengue y salsa, y bebernos unos tragos de tequila. Funcionaba, pues nos colocaba en un punto muy alto donde gratamente se reunían nuestras energías. No obstante mis esfuerzos dancísticos, al ritmo yo lo extravié en alguna época de mi adolescencia y aún no lo encuentro.
¿Pero Éric?
Lo llamé.
--¿Qué pasó, hermano? ¿Ya estás en el kiosco?
--Sí
--Mira, yo estoy a unas cuadras, pero en contra esquina de El globo hay una cafería. Allí está Omar.
Encontré a Aghatokles con Luisita Araujo. No la conocía y me dio gusto ver sus enormes ojos verdes. Pensé que era más alta. Omar tomaba una cerveza y ella un café. Yo no pude pedir nada porque no traía efectivo y allí no aceptaban tarjeta.
Habló Éric por celular, que fuéramos a donde él estaba. Un par de pequeñas cuadras. Llegamos a un local que está en Mariano Azuela, oculto por cortinas negras, una barra, sillas altas, 30 metros cuadrados o un poco más.
--Lo renté con Pedro Carpintero, aquí haremos fiestas privadas. El templo de Morvoz tendrá su sede en este lugar.
Una primicia, pensé.
Ya estaba en ese futuro sitio de embriague, Kim, una de las modelos de Marváz.
Dos vehículos, uno de ellos una camioneta, estaban estacionados con una carga de libros y otros materiales que se llevarían a Teotihuacán.
--Yo no podré ir, Éric, vine a decírtelo y por el café que te pedí (Éric cosecha un café muy rico en un rancho familiar cercano a Xalapa). ¿Lo trajiste?
--Se me olvidó, pero mira… la nueva edición de Los amorvozos.
El libro aún olía a tinta.
--¿De verás no vas a ir?, preguntó Omar.
--No puedo, tengo que estar en la delegación Xochimilco al rato, en una reunión, lo lamento.
Cuando emprendí mi retiro, encontré a Ray Manzanárez, que iba llegando.
Me perdí esa presentación en Teotihuacán, pero para ese día habían surgido otros planes.

Regresé a la estación San Cosme del Metro por Jaime Torres Bodet y al ver la secundaria Moisés Sáenz, recordé que yo también estudié en una secundaria con ese nombre, pero en Mexicali, y aquella escuela era estatal y tenía como director a El Pachas, un profesor alcohólico que mantuvo, mientras estuvo al frente, una banda de música juvenil que llevaba a todas partes, para presumirla y obtener favores. Eso y mi maestro de ciencias sociales eran lo único bueno, lo demás rodaba con la mínima inercia.
Cerca de la secundaria está la estación San Cosme y encima de ella unas instalaciones del Gobierno del DF que por muchos años albergaron a Socicultur y después al Instituto de Cultura, donde trabajé en tiempos de Alejandro Aura, a quien conocí en Difusión Cultural de la UNAM, cuando yo era cronista de esa dependencia universitaria. Crisanto Cacho y Ernesto Pirsh fueron mis jefes. En ese trabajo no me dediqué a escribir ni a organizar lecturas, no, yo administraba todo lo relacionado con las computadoras y las redes del Instituto, como ejemplar Jefe de la Unidad Departamental de Informática.

Desayuné en el Vips de Ribera de San Cosme porque no me quedó de otra. No traía efectivo, tampoco tarjeta de débito para obtener dinero de un cajero. Comí unos huevos a la mexicana y consulté mis correos electrónicos. Después fui al Museo Nacional de la Revolución, a ver a Miguel Enríquez, el curador, quien me presentó al director, y acordamos que se presentará en ese lugar el libro Hubo una vez una revolución en Xochimilco, el 25 de noviembre. Quedó muy funcional ese museo después de su reciente remodelación.
Afuera noté que los del 132 aún seguían acampados debajo de la cúpula de lo que un día se pensó sería el congreso del país.
Luego aún tuve tiempo de visitar el Museo de San Carlos, donde descubrí que hay un auditorio bien equipado para realizar presentaciones y que la hermana de Luis Mario Moncada es la encargada de las actividades culturales en ese lugar.
Enseguide regresé a Xochimilco para atender lo del Consejo de Cultura.

Estoy tratando de que el blog de Trajín sea más leído y tenga, en principio, una mayor presencia como alternativa literaria, amén de ser una propuesta cultural. Hoy nuestros lectores tienen perfiles muy diversos. La tercera parte de ellos son extranjeros, de Estados Unidos, principalmente, aunque también nos visitan internautas de Rusia y Alemania. Lo curioso es que sus números superan los correspondientes a los países iberoamericanos. Y de México, tenemos visitas de todo el país. Nuestra incidencia en Xochimilco se logra más por medio de Facebook y correos electrónicos. El propósito es ofrecer más comentarios, opiniones, críticas diversas sobre literatura, principalmente, y sobre otras disciplinas cercanas, como el cine y el teatro.
Por ello he estado incorporando a colaboradores de primera, con distintos temas y visiones. Primero fue Jaime Velasco, luego Israel González y la semana pasada Maya Lima y Graciela Salazar Reina. Para que distinga este apartado abrí un nuevo blog: trajinopinionycritica.blogspot.mx, el cual, en menos de una semana tiene más de 300 visitas.
Estoy buscando entre los amorvozos otros colaboradores. Me gustaría alguno que hablara de erotismo. Sería muy interesante, porque quiero que también esté presente en este espacio una visión del mundo de ese tipo. Nuestros lectores son diversos y quiero atender esos distintos intereses. Podría ser una columna que cada semana hablara de algún libro de reciente publicación, o informara lo que se está haciendo en México en ese terreno, o que nos hablara de la historia del tema, o presentara crónicas relacionadas con este asunto. Hay mucha tela de donde cortar.
La columna de Maya Lima ha sido muy bien recibida, más de 100 lecturas en una semana. Maya es una mujer alegre, abierta y sincera. En estas primeras palabras hay reflexión y crítica que han atraído a los lectores. Esperamos que siga igual.

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