lunes, 19 de noviembre de 2012

Zozohua, por Graciela Salazar Reyna


Zozohua
por Graciela Salazar Reyna


No hay peor servidumbre que la esperanza de ser feliz.
Carlos Fuentes

Iremos hilando en el trajín cuentas, flores o ideas, según el viaje. En éste leemos a Carlos Fuentes en su Diana o la cazadora solitaria que nos enfrenta con preguntas que parecen repetirse, a través de generaciones: ¿Acaso no merecemos, por el sólo hecho de nacer, la eternidad en nuestro paso por la vida? ¿Podemos amar en la tierra y merecer  un día el cielo? De aquí surgen otras, como, por qué importa tanto ir buscando cobijo y aceptación de quien tenga poder de absolución sobre nosotros.

Si la servidumbre se contrapone al espíritu revolucionario, a la rebeldía; estamos fritos quienes, asumiéndonos revolucionarios, finquemos hoy en la esperanza de la felicidad. Paradójicamente, vamos de acuerdo –con Zitarrosa- en que “No hay dolor más atroz que ser feliz”. ¿Esclavos, pues, por naturaleza o masoquistas?; pese a que duele, la perseguimos a costa de la propia libertad. Quizá, porque en el fondo, ofrecemos tributo a “nuestro señor”, sin importarnos quien sea él sino su protección.

Los existencialistas antepondrían su “yo no pedí nacer”; los románticos se conformarían con oler el cielo, para llenar de su aroma el siguiente poema que regalarán a su amada. Pero seguiría en el aire la pregunta si es en sumisión o libertad la esperanza de ser felices. Y posiblemente, será en aquélla, cuando nos sentimos pequeñitos, indefensos e incapaces de conseguir por cuenta propia, bien tan preciado; en libertad, justo cuando se es capaz de hilar el arco iris con sendos brazos, después de la lluvia.

Ignoro si será suficiente una vida, para contestarnos las preguntas multiplicadas al paso; lo que sí parece seguro es que, por alguna razón sigue siéndonos necesario el padre todopoderoso. Inclusive, degustamos a Jaime Sabines que declara “A mí me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas. Y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho –frente al ataque de los antibióticos- ¡bacterias mutantes!”. Sin más, es uno feliz, leyendo en su esperanza de ser feliz; hasta nos sentimos amables y capaces de nacer libres.

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