lunes, 31 de diciembre de 2012

Algunos de los que se fueron con el 2012, por Graciela Salazar Reyna


Zozohua
Por Graciela Salazar Reyna

Algunos de los que se fueron con el 2012

Amigos de trajín, se va 2012, con bienvenidas y adioses, alumbramientos y muertes; la vida, a final de cuentas. Sigue sorprendiéndonos en el deceso, más si reincide en pocos días; nosotros, por ejemplo, despedimos a cuatro cercanos de distintas edades, para el caso no existen límites: el de 47 años, feliz, porque se atrevió dijo, “a dar un mordisco a la vida”. Coínta de 78, de las madres que adoptamos desde los amigos, porque, como escribió uno de sus hijos “Llevaba con dignidad el nombre de una mártir romana ligada a su día de nacimiento, el 8 de febrero. Mantuvo con su actividad incesante a un marido y a cinco hijos cabezones, pero de buen diente, y en el trayecto se fue haciendo chiquita, pero a la vez grande, porque a pesar de los muchos palos que le dio la vida (…), nunca se echó para atrás ni perdió la esperanza”. Valiosa mujer, profesionista y ciudadana ejemplar de una pieza, seguiremos queriéndola.

Se fue también, hace unos días, Ledo Ivo (1924-2012). Poeta brasileño, candorosamente sencillo, humilde y portador de una voz poética popular que recoge las voces de quienes, más comunes que corrientes, hacen la cotidianeidad en las grandes urbes, del siglo XXI. Ese poeta “indignado”, prefería ser “vuelo de pájaro a todo cuanto es eterno”; le era connatural “dar voz y música al que no la tiene”, sin discriminar especies.

El hilván de hoy está en voz de la esperanza de hombres y mujeres que viven buscando la felicidad, para sí y de quienes les rodean, como Cointa y Ledo, que van picando en su propia razón de vivir. Sean luz para encontrar, a pesar de los pesares, nuevos y viejos caminos e inspiración para transitarlos airados, en 2013. Degustemos “La lechuza blanca” que pareciera mirar por los ojos de Ivo y éste mimetizarse en sus palabras, para recomenzar…

“Desde mi casa entre los árboles /escucho el rumor de la noche /el viento esparce los astros crepitantes /las montañas descienden en dirección al mar como rebaños /que no esperan permiso de la aurora para la migración necesaria /y la hierba crece y el agua corre /y el mundo recomienza como una palabra interrumpida /y las nubes caen del cielo y se arrastran en el camino enfangado /por las lluvias de enero /un pío atraviesa la espesura murmurante /
la lechuza blanca, mi hermana sedentaria /vigila en la oscuridad el mundo abandonado /por tantos párpados cerrados”.
(Traducción de Martín López-Vega)


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