domingo, 23 de diciembre de 2012

Zozohua, por Graciela Salazar Reyna


Zozohua
Por Graciela Salazar Reyna

Celebraciones y un nuevo año


Enero y febrero “desviejadero”, solía decir mi abuelo de setenta y tantos años, cuando yo tenía unos cuatro o cinco; la sonrisa por delante y el sonrojo, no sé si por la emoción que acercaba sus recuerdos o por que se sentía ya candidato a probar aquella hipótesis que le divertía, cuando se acercaba el fin de año. Estamos, justo por celebrar la Navidad, 2012; y éste, a punto de despedirse. Año peculiar sin duda para el país, especialmente en política; lo atestiguamos, a casi nada de ser representados por la izquierda: ¿Muestra de madurez?, quizá; ¿falta de ella el “casi”?, tal vez. Todavía, más extraordinario, se esperaba el fin del mundo este 21, hace tres días. Estamos aquí, aún.

No obstante, en tanto permanecemos, quedan en el trayecto nuestros seres amados, duelen y vamos haciéndonos, como dice una amiga poeta, maestros en despedidas; lo peor, en este terreno, es que mientras vivamos seguirán los doctorados, sumando adioses y abriendo heridas.

En contraparte, asoma lo maravilloso: despertar cada vez más agradecidos de sentir cómo el sol acaricia hasta quemarnos; vuelve, otra vez, airoso el cielo a mostrar su añil intenso, cruzado como a capricho por jirones que enmarcarán, en unos días, la cara inmensa de la luna. El frío apurará la memoria, por millonésima ocasión, a festejar lo majestuoso del universo. La vida está allí, en ese Tiny baby chamaleon, tomado en un dedo de entre las arenas de la riviera maya; en esa oportunidad que Huitzilopochtli y sus iguales nos ofrecen, para pensarnos y mirarnos desde su imagen.

Traigo a Hernán Lavín Cerda, quien define la poesía como la cara oculta de Dios o algo por el estilo; pero, también “es una aguja sismográfica en el corazón del ser humano”; para engarzar a San Lucas: “Entonces el ángel le dijo: María /no temas, porque has hallado gracia /cerca de Dios. //Y he aquí, concebirás en tu seno y /parirás un hijo y llamarás su nombre Jesús”.
Y a nuestro Nezahualcóyotl: “Si tú te mueves caen las flores: /eres tú mismo el que te esparces. /No acabarán mis flores /no acabarán mis cantos: /yo los elevo, soy un cantor” (de El árbol florido).

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