martes, 5 de marzo de 2013

Utilidad de la lectura, por Israel González


Utilidad de la lectura

Israel González

Quien lee conoce, sabe, se interroga, busca. Un texto lleva a otro. Una interrogación conduce a una respuesta y en ésta hay casi siempre una nueva pregunta. Sólo la muerte (esa absoluta) es capaz de apagar esta sed de respuestas que somos, esta ansia de luz, de certezas.

Detrás de un buen lector hay una gran avidez de autosuficiencia y de verdad. No la petulancia del que recita fechas y nombres, del que acumula páginas como el avaro hasta la más ínfima moneda, sino la fraternidad del buen samaritano que ofrece un poco de agua al viajero sediento, la verdad, su verdad revelada.

Gracias a la lectura, por lo demás, pudo salvarse el cuervo de la fábula:

El cuervo, subido a un árbol, estaba no con un queso según dice la fábula clásica, sí con un sangriento pedazo de carne en el corvo pico. Llegó el zorro. El olor lo hizo levantar la cabeza, vio al cuervo banqueteándose, y rompió a hablar:

   -¡Oh hermoso cuervo! ¡Qué plumaje el tuyo! ¡Qué lustre! ¿No cantas, cuervo? ¡Si tu voz es tan bella como tu reluciente plumaje, serás el más magnífico de los pájaros! ¡Canta, hermoso cuervo!

El cuervo se apresuró a tragar la carne, y dijo al zorro:

   -He leído a La Fontaine.

(“Otra vez le corbeau et le Renard”, de Álvaro Yunque, en Valadés, Edmundo: El libro de la imaginación, México, F.C.E., 1993, 7a. reimpresión, p. 203).



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