viernes, 28 de junio de 2013

Un poema de Sabines, por Israel González

Un poema de Sabines

Israel González

Con razón José Emilio Pacheco señala que Jaime Sabines en varios poemas no va a ningún lado.

Oscar Wong, por su parte, subraya lo que él llama “imperfecciones técnicas” en lo sonetos de “Algo sobre la muerte del Mayor Sabines.”

Pero a un poeta hay que valorarlo, agrega Pacheco, por sus logros y no tanto por sus debilidades.

La poesía de Sabines trasciende con mucho el mero conteo silábico mecánico. Como escribió en su momento Luis Cardoza y Aragón: Nadie ignora a Sabines; sin embargo, no ha recibido la atención que merece su obra, intensa y sostenida, agria y sensible. Es una fortuna para Sabines que esto acontezca así. Creo que se debe fundamentalmente a que su poesía no está en la corriente que parece privar por el momento no sólo en México sino en Hispanoamérica: una poesía bien hechecita, bien escritita, basada en una adjetivación más o menos perfecta(?) como adjetivación, pero mortalmente retórica, sin peso real, sin sustancia poética (Círculos concéntricos, Xalapa, Universidad Veracruzana, 1967, 1a. Edición).

En el reciente Recuento de poemas 1950/1993, los herederos de Sabines incluyen los poemas que el poeta había dejado fuera, bajo el título de Maltiempo.

En esa edición de 2012 viene un poema conmovedor, especie de testamento, de recapitulación de la poética sabiniana, a saber:

          HE REPARTIDO MI VIDA inútilmente entre el amor y el deseo, la
          queja de la muerte, el lamento de la soledad. Me aparté de los
          pensamientos profundos, y he agredido a mi cuerpo con to-
          dos los excesos y he ofendido a mi alma con la negación.
                Me he sentido culpable de derrochar la vida y no he queri-
          do quedarme en casa a atesorarla. Tuve miedo del fuego y me
          incineré. Amaba las páginas de un libro y corría a las calles a
          aturdirme. Todo ha sido superficial y vacío. No tuve odio sino
          amargura, nunca rencor sino desencanto. Lo esperé todo de
          los hombres y todo lo obtuve. Sólo de mí no he sacado nada:
          en esto me parezco a las tumbas.
                  ¿Pude haber vivido de otro modo? Si pudiera recomenzar,
          ¿lo haría?

A Sabines hay que apreciarlo en sus grandes momentos.







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