viernes, 12 de julio de 2013

¿Rumbo a la estupidez?, por Israel González

¿Rumbo a la estupidez?

Israel González

   A la pesadilla de la desaparición de la humanidad, agreguemos ahora la de su penosa involución intelectual y emocional.

   Si el hombre no se extingue a sí mismo y logra entender que es una enorme estupidez destruir a su propia especie y a su entorno, quizá detenga el deterioro de los genes que lo llevarían a un estado de imbecilidad, de tarado hombre moderno que no supo vivir en la fraternidad consigo mismo ni con la naturaleza.

   Ya E. M. Cioran, en su ensayo Sobre la miseria, escribía:
   Los animales -que viven todos de sus propios esfuerzos- no conocen la miseria, pues ignoran la jerarquía y la explotación. Este fenómeno aparece sólo con el hombre, el único animal que ha esclavizado a sus semejantes; solamente el ser humano es capaz de tanto
“desprecio de sí mismo”. (En las cimas de la desesperación, Barcelona, Tusquets editores, 1996, 3a. edición, p. 158. Traducción de Rafael Panizo).

   Verónica Gutiérrez Portillo, comenta un artículo de Gerald Crabtree, aparecido en abril en la revista científica Tendencias genéticas.

   Las palabras de Gutiérrez Portillo muestran preocupación e indignación:

   Increíble y difícil de comprender que en la segunda década del siglo del siglo XXI y en contraste con los inmensos avances en ciencia y tecnología, el ser humano dé pasos gigantes hacia atrás en su naturaleza. (…)

   Ideas obsoletas de mentes obsoletas cobran fuerza cada día, resurge no sólo la homofobia, sino en la misma escalada el racismo, el odio, el machismo, la misoginia, la pornografía infantil, la pedofilia y el abuso”.

   Todo ello para comentar la teoría del profesor Gerald Crabtree, que sostiene que el hombre está perdiendo capacidad intelectual y emocional a causa de rápidas mutaciones genéticas que la forma de vida de la sociedad moderna es incapaz de corregir.

   Una comparación de los genomas de padres y niños ha revelado que hay entre 25 y 65 nuevas mutaciones produciéndose en el ADN de cada generación. Esto es debido al relajamiento de la selección natural, derivado de la mejora gradual en las condiciones de vida de la especie humana, misma que va unida a una sucesión de pequeñas mutaciones en los genes, lo que mermará nuestras facultades intelectuales hasta tal punto, que dentro de unos tres mil años nuestros descendientes experimentarán serias dificultades para resolver una suma.

   Vale la pena leer el artículo de Verónica Gutiérrez Portillo, Involución emocional del ser humano (La Jornada de enmedio, miércoles 10 de junio de 2013, “Ciencias”, p. 3a), que concluye así:
   En todo caso, es posible que esta polémica teoría explicara nuestro comportamiento irracional y nos plantea si la especie humana está condenada a la decadencia intelectual y heredará a sus descendientes la incapacidad de utilizar la tecnología que le hereden sus antepasados.

   Interesante planteamiento. La polémica queda sobre la mesa.

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