martes, 21 de enero de 2014

Para cerrar los ojos, por Israel González

Para cerrar los ojos
Israel González

Sólo Dios perdona; los hombres no. Aquí abajo la divisa es “Ojo por ojo, diente por diente”. Ni Gandhi. Ni Mandela. Ni Andrés Manuel López Obrador.
En Bangkok, al asesino se le corta la mano o se le mata. “Ojo por ojo, diente por diente”.
Y si los narcotraficantes son de por sí despiadados, los que aplican la ley no lo son menos.
Nada de quemar un pene y azotar a tablazos. En Bangkok al narcotraficante se le cercena, degolla, extirpa un ojo, clavetea sin miramientos, masacra ante la mirada de un niño famélico que hace más insoportable el ajusticiamiento.
Los hermanos Julián y Billy son, a la vez, narcotraficantes y consumidores. La droga, como suele ocurrir, ha terminado por embrutecerlos y deshumanizarlos al grado de que Billy viola y mata a una adolescente.
Desde Estados Unidos la violenta madre de estos jóvenes, y líder del grupo de narcotraficantes, viaja a Bangkok para vengar la muerte de Billy, su hijo predilecto.
La película “Sólo Dios perdona” (Nicolas Winding Refn, Francia-Estados Unidos-Dinamarca, 2013) retrata con inusitada crudeza la violencia de narcotraficantes y policías, deshumanizados, embrutecidos, además del carácter de una verdadera madre sin entrañas.
Para cerrar los ojos.


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