sábado, 22 de marzo de 2014

El origen por Saúl Kastro

El origen
por Saúl Kastro

Fue una de esas malas noches. No pude dormir, me sentía ansioso sin motivo aparente. Otra vez me desvelé. Me paré tarde y para colmo cerraron parte de la línea doce, según por exceso de vibración; y yo pensaba que era alguna novedad de primer mundo, un anti–estrés para los usuarios, se sentía rico… todo nos vibraba. El RTP nos llevó a la siguiente estación en función. Adentro del Metro alcancé asiento, por suerte, pero me quedé dormido otra vez, tenía que bajarme en Ermita, subir los cien escalones y caminar los 350 metros para pasar a la línea azul para llegar a la estación Viaducto... pero me pasé. Salí del convoy en la estación 20 de Noviembre para cambiar de andén y trasbordar el de regreso. Tardó en pasar. Había mucha gente en el andén y el Metro venía lleno, que digo lleno, venía hasta la madre; pocos eran los que podían entrar. Unos discutían por acá y otros por allá querían liarse a golpes para ver quién tenía la razón. Y yo estaba que me llevaba el payaso. Como era de esperarse, llegué tarde al trabajo. No pude checar y don don Chema me regresó, a pesar de la explicación del Metro cerrado. Volví de nuevo al Metro Viaducto. Me sentí peor. Todos los pensamientos negativos llegaron en cascada. Las sensaciones producidas por el divorcio volvieron. Solo quería regresar a casa y dormir.

 Mi separación matrimonial no era algo de lo que pudiera sentir orgullo. En mi caso, era la suma de mis errores, complejos y prejuicios. Percibía un dejo de fracaso, como de peste contagiosa, capaz de envenenar otras relaciones, entonces me parecía que lo mejor era no acercarme a parejas, que por lo menos parecieran felices, para no “echarles la sal”, atenuando con ello la sensación de soledad. Pero un mundo exigía mi integración, por lo que no era permitido caer, si lo hacía era posible ser roído por zopilotes y hienas y entonces sería mucho peor.
 Solo en un acto de voluntad apenas suficiente, me mantuve de pie; quizás débil, golpeado y lleno de temores, pero ahí estaba, sabedor de que solo era una mala racha. “Ya pasará”, decían algunas amistades. Y tenían razón, ya veía de nuevo la luz. El túnel oscuro quedaba atrás. Pero estaba solo… solo… “me lleva la chi… otra vez me quedé dormido”, todos bajaron en Tasqueña  y nadie me despertó o si lo intentaron ni me enteré. Entraba al área de cambio de vías. Se detuvo no sé cuánto tiempo, pero me pareció mucho. Luego marchó de regreso. Se detuvo en el andén, esperé la apertura de la puerta. La gente desde afuera me veía como mandril en zoológico.
 Cuando salí sonó mi celular, era Miguel.
–Roberto, qué onda broder; oye, el patrón calabaceó a don Chema por haberte regresado, varios llegaron tarde por el desmadre del Metro, dice que hay mucha chamba, que puedes regresar.
–Ah, que no mame el viejo, solo porque se les juntó el trabajo ¿verdad? si no ni me hablan, nel, por mí que se vaya a la goma, yo ya voy para mi casa. –Contesté molesto, de hecho desde el divorcio me sentía malhumorado… pero no tanto cuando reconocí aquella voz del lado de Miguel. “Entonces dile que se vaya a la chingada.”
–Robert, carnal, tenía puesto el altavoz, el patrón te escuchó y dice que…
 Se me enfrió la yema, la clara y el cascarón. Al final le dije a Miguel.
–Ok, Maik, lo veo mañana en su oficina.
Colgamos. “Ya – valió – chetos.” Regreso a casa repasé una vez más en dónde comenzó mi error, a fantasear que el patrón me comprendía si le explicaba el origen de las cosas… y otras cosas bonitas.




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