sábado, 5 de noviembre de 2016

Un gato para Tristán, por Israel González

Un gato para Tristán
Israel González

Si un día regresa voy a comprar el gato que le prometí.
No será azul con girasoles como la alcancía que no supo o no quiso conservar, sino uno de verdad, de esos que se quedan mirando solícitamente y luego se acomodan entre tus muslos para que los acaricies.
Un gato como los que tocan a la puerta de la casa de mi hermana para que los alimente y cobije por un momento del intenso frío y de la inmensa soledad arbolada de la Sierra Gorda.
Un gato como mascota, como compañero, como sombra, que sea parte de la familia para que no ande de aquí para allá buscando quien le dé de comer y lo arrope.
Un gato que comparta la soledad, aunque él tenga mujer e hijos y un montón de amigos.

Si regresa, si un día cualquiera volvemos a escuchar sus pasos subiendo las escaleras y el ladrido de los perros y la puerta que se abre ante el enorme sol de sus veintisiete años, desde ese hueco que dejó en la casa, desde ese rincón donde nada ni nadie nos calienta, el gato y yo lo estaremos esperando para renacer por siempre, para siempre, en su regazo.

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