domingo, 11 de agosto de 2013

Las emociones, por Israel González

Las emociones, Israel González

El haz de emociones que somos muchas veces llega a desbordarse.

Y sobrevienen los suicidios. O los asesinatos. O la violencia verbal. O los golpes.

El muchacho que despojaba de sus cadenas de oro a los transeúntes sentía ganas de vomitar cuando cometía el acto.

El amante abandonado, carcomido por el desasosiego y el insomnio, recurre al milagroso antidepresivo pues siente que todo él está a punto de estallar pues ya ni llorar puede.

La realidad pone a prueba todos los días nuestra reciedumbre.

Para soportar la ardua labor el albañil recurre al alcohol o a la marihuana.

Las drogas, legales e ilegales, se han esparcido por todo el ancho y largo mundo que habitamos.

Queremos olvidar. Queremos despojarnos de todas las ataduras impuestas. Queremos gritar. Queremos huir hacia no sé dónde como no sea a una muerte lenta o prematura.

Interrogamos al futuro y el futuro no responde porque no hay futuro. Y si algo existe, si algo es de verdad real, es el presente que se mueve bajo nuestros pies, incierto, con alambres de púa y ametralladoras espiándonos todo el tiempo.

Las emociones desbordadas son serpientes incontrolables, ríos de lava, veneno que mana de ti mismo y te infla y revienta porque no has sabido encauzarlas hacia el río de la vida que hace mucho, también, es un inmenso río podrido.






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