sábado, 22 de marzo de 2014

¿Dónde quedó la gorrita?, por Israel González

¿Dónde quedó la gorrita?
Israel González

El sábado, a las nueve de la mañana, Gabriel lavó la gorra recién comprada y subió a colgarla en la azotea solitaria.
Después de desayunar y hacer algunas compras, Gabriel regresó a casa y subió a la azotea por su hermosa gorra color hojarasca: la prenda ya no estaba y sí la ropa del nuevo vecino.
Molesto y desconcertado, Gabriel pensó en los tres años que llevaba viviendo en ese pequeño edificio y nunca se había perdido nada.
Gabriel recordó la inseguridad que recorre el país y a una compañera de trabajo recién asaltada en el microbús.
Gabriel marcó el teléfono de la encargada del edificio, pero la mujer no se hallaba.
Gabriel contó el incidente a un amigo y éste le aconsejó que preguntara al vecino recién llegado por su hermosa gorra de ciento cuarenta pesos.
De pronto, Gabriel escuchó que alguien abría la puerta de la azotea.
Gabriel subió a zancadas y encontró al vecino diminuto descolgando su ropa.
Gabriel –quizá alterado- explicó al vecino el extraño caso de su gorra desaparecida.
El vecino –asombrado- comentó que él había bajado una porción de ropa y que quizá, sin querer, se había pegado al envoltorio la misteriosa gorra; que indagaría y subiría luego a verlo.
Desde la ventana Gabriel observó su gorra en la cabeza del otro nuevo vecino que apenas se estaba cambiando.
Desde la misma ventana Gabriel vio cómo el vecino diminuto hablaba con el otro nuevo vecino mediano y éste se quitaba su gorra y se la entregaba.

En cuestión de segundos Gabriel escuchó que tocaban a la puerta: era el vecino diminuto con la gorra extraviada, ofreciendo disculpas.

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